miércoles, 28 de marzo de 2012


Caneyes 02 de Marzo del 2012.
Una mañana cualquiera  
Esta mañana de marzo me levante tempranito, porque anoche se nos acabó el gas y sé lo que significa ahora conseguir una bombonita de Diez kilos para irla pasando, mientras que mi compañía proveedora logra entregarme las dos bombonas de dieciocho kilos, que se pidieron en octubre del 2011 y que aun no llegan. Es viernes, Me visto rápidamente y Salgo corriendo porque si llego después de las Siete de la mañana, la cola para comprarlo es descomunal y seguramente se agota antes que me toqué el número. Yo vivo en Caneyes, Municipio Guásimos, del estado Táchira y para comprarlo debo ir hasta Táriba, municipio Cárdenas. A unos seis kilómetros de mi casa. Así que tomo la vía panamericana, son las seis y media, llueve, hace frío, un viento crudo se mete por todos lados. Recorro los primeros tres kilómetros sin contratiempo; excepto los más de diez policías acostados o reductores de velocidad que hay en la carretera y la innumerable cantidad de huecos diseminados a todo lo largo del recorrido. Al llegar a la la carrera uno de Palmira, la vía se encuentra bloqueada por más de cien personas y autos aparcados a ambos lados. – lo que me  faltaba. Una protesta –  Bajo del auto, tomo la bombonita para cruzar caminando la manifestación, cuando para mi sorpresa descubro que no es una  protesta de vecinos inconformes, es,  que  a la ferretería de Asdrúbal  llegó  el Cemento, si señores, Cemento,  hermosa palabra. Hoy estas personas compiten por  comprar lo que puedan,  aunque sea una paca.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrado
 En fin, atravieso casi corriendo el tumulto, me dirijo hasta un taxi que por allí se encuentra. Salimos volando para Táriba. Llego a las siete y cuarto am. Todo bien, por delante mío hay unas diez personas. Coloco la bombonita en el suelo detrás de otra haciendo fila. Le miro la cara a los vecinos que se encuentran reunidos a la espera, me siento afortunado -estoy entre los primeros-. Miro mis manos, las tengo sucias de tierra y grasa. Miro las manos de quienes junto conmigo hacen cola, gente humilde, sus ropas y sus manos lo dicen a gritos. No hay ninguna mujer, solo hombres. Detrás de mí van acumulándose bombonas y personas en una interminable fila de esperanzados.  Son las siete y cuarenta. A las ocho debe llegar el vendedor y con suerte a las nueve estaré  en casa para que Marlene prepare el desayuno. Nada. Las ocho y media. El hombre no llega. Para ese momento la fila es grande y malhumorada, algunos indagan con trabajadores de la estación de servicio y les informan que no nos preocupemos que gas si hay. Son las nueve, ya no llueve. Por fin, se aparece el vendedor, viene en una Blazer verde, tiene unos cuarenta años, viste gastados pantalones de kaki, una mugrienta franela a rayas y sandalias. Es bajito, calvo, rechoncho, luce un bigotito chino que le da un aspecto extraño. Al verlo  la fila se mueve y se encrespa  como una serpiente, cada vecino toma su bombona y se angustia por ser atendido. Todos nos vemos ansiosos. El vendedor llega. Tranquilamente pasa hasta donde se encuentra un vendedor de Tintos, Chocolate, te y aromática. A solo 5 bolívares el vasito.  Saborea lentamente un cafecito negro. Luego, el demorado se acerca hasta la fila y con voz estentórea, regodeándose en la tragedia de los que allí estamos mansamente esperando, grita:  – ¡GAS NO HAY SINO HASTA EL LUNES! – Sin decir más, se aleja, sube a su camioneta y se va.  Se me hace un nudo en el estomago - ¿y, entonces?- Me pregunto -¿qué carajos voy a hacer hasta el lunes?- la fila, con un murmullo de impotencia se desarticula y se disuelve en momentos. Me regreso para la casa con las cajas destempladas. Subo la panamericana, en taxi porque en buseta no aceptan cargar bombonas.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrados
 Al llegar, un olor nauseabundo se me instala en la nariz, es algo espantoso. En la mitad de la calle, un reguero de agua putrefacta  se dirige trastabillando hacia mi cuadra. -¡Es el aseo, están recogiendo el aseo!- las bolsas de basura se apelotonan a lo largo de las cuadras, mientras los trabajadores, en un camión rojo rojito se afanan por recoger en un día la basura acumulada de un mes.  Son las diez de la mañana. Yo, poseído de un frenesí incomparable me sumerjo en las bolsas de basura de mi casa, intentando sacar en un momento la basura acumulada de un mes.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrado
Unva Goahi
02 de Marzo del 2012.
Caneyes 11 am.