jueves, 8 de junio de 2017

LA VIEJA DEL FAROL

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La vieja del farol.

Era noche cerrada, en la salita de mi casa paterna estábamos todos reunidos en torno a la radio, mi mamá y mi papá ocupaban las únicas sillas  mis hermanos hermanas y yo estábamos sentados en el piso, escuchábamos en un viejo aparato de principios de siglo el programa estampas mexicanas un  domingo de Abril del año 1960, la hora nueve de la noche, afuera el aullar del viento competía con el cascado monologo del locutor. Hacía poco que habían atrapado a Castro León, iba en un burro y lo prendieron por allá en capacho y el programa se interrumpía cada tanto para actualizar a los oyentes sobre la aventura golpista de este Ex coronel de las fuerzas armadas venezolanas que intentó derrocar al gobierno con una invasión desde Colombia, dicen que parecía un anciano, tenía los pies hinchados y casi no podía caminar, sin embargo para el estado fungía como el enemigo público número uno  del momento. En la mente de un niño de siete años las cosas de la política no existían, el alma libre de la niñez  solo se ocupaba de los juegos, la incipiente escuela y la magia de la vida en la Palmira de mediados del siglo XX.
 Mi padre un hombre alto, maduro, catire. Con el rostro rajado de arrugas, unas manos de oso y la dureza de quien se hizo a sí mismo, hablaba en tono pausado, arrastrando las palabras. Mi madre, pequeña, menuda, morena, de manos leves y mirada triste se afanaba por terminar el bordado de una sábana, una especie de charro mexicano tocando una guitarra a una muchacha que se tendía a sus pies. Nosotros: cinco hombres y cinco mujeres oíamos con emoción casi religiosa la historia que mi papa contaba; como telón de fondo las canciones de Pedro Infante, Jorge Negrete  y otros artistas unos vivos otros no, que para la época marcaban tendencia en el gusto popular. Mi casa paterna, una vieja casona con paredes de tierra pisada, puertas de madera, descuadradas, techo de teja colonial. Cañón y caña brava. La sala espaciosa, la puerta principal daba hacia una carreterita de asfalto frío y solares. De la sala por una puerta angosta y alta coronada por la imagen de un corazón de Jesús, se salía hacia un pasillo donde se alineaban dos habitaciones una para las mujeres y otra para los hombres, luego quedaba la cocina, un cuarto de muros encalados. Un largo mesón de cemento se incrustaba en las paredes frontal y lateral formando un ángulo en una parte se este mesón estaba la cocina de kerosene y a su lado un fogón de leña, colgado a la pared un armazón de alambre y madera sostenía los platos y pocillos invariablemente de peltre escarolado, en un rincón colgando del techo una cesta de caña y dentro de esta algunas hogazas de pan. En la parte frontal del mesón, una piedra  grande y plana hacía las veces de lugar para amasar las arepas, la única ventana de esa pared era un hueco a la altura del mesón, la mitad de la piedra salía por ese hueco hacia el patio de tierra de unos 6 metros cuadrados, por este agujero se tiraba el agua de la cocina que chorreaba directo a la cloaca por un canal abierto a pico. Por este hueco un viernes santo mi mamá fue asustada hasta los huesos pues dice que vio una cara roja con ojos de gato que la miraba desde la oscuridad. En el patio Hacia la izquierda se ubicaba una especie de soporte donde se anclaba la maquina de moler,  todas las mañanas al que le correspondía la tarea molía tres tolvas que mi mamá amasaba y transformaba en doce arepas una para cada miembro de la manada. En el centro del patio sobre una plataforma de cemento en un armazón de tablas de 1,50 metros cuadrados se ubicaba el baño, la ducha formada por solo un trozo de tubo galvanizado sin regadera dejaba caer incesantemente una gota de agua que, terminaba mojándolo todo, a un lado la poceta de cemento macizo teñida de rojo sin tapa, no teníamos lavamanos, sobre las tablas en precario equilibrio unas láminas de zinc hacían las veces de techo, no cubrían la totalidad del espacio, en consecuencia el cielo completaba los huecos; estas laminas se sostenían en caña bravas y a cada tanto había que moverlas a fin de evitar el exceso de sol o lluvia a quien usaba las instalaciones. Sin embargo a pesar de la pobreza de la estructura, la magia estaba presente y en los días soleados al tomar el baño casi obligado, los reflejos de luz en las pestañas mojadas brindaban experiencias luminosas incomparables y que hoy son recordadas con nostalgia. Más allá al final del patio y junto al baño, se encontraba el lavadero que era solo una loza de cemento con un tanque, sin cloaca por lo que el agua al rodar libremente abonaba y otorgaba hábitat al grupo de helechos, capachos y matas parásitas que crecían libremente alrededor del lodo formado por el humedal. Al fondo en una pequeña colina, el solar, dividido en dos partes, la primera, donde un grupo de gallinas regordetas se paseaban a su gusto. Solo detenidas por una cerca de caña que separaba el otro sector donde en una camareta se colgaba una planta de badea, más allá la división a la propiedad del lado. Mil sitios donde esconderse y disfrutar la vida rural y tranquila de la niñez.  
En la noche el lugar adquiría un aspecto aterrador, la oscuridad era total  los espantos, y aparecidos se escondían en las sombras para asustar a los pelaos de la casa que tenían que hacer de tripas corazón para salir al baño, razón por la que siempre un acompañante era obligado. Mi padre de manera improvisada coloco un bombillo en el patio y era encendido desde dentro de la casa, sin embargo las sombras y reflejos que producía la mortecina luz eran casi más espeluznantes que la propia oscuridad y daba un tinte macabro a todas las cosas que tocaba.
Esa noche mientras el ulular del viento, las canciones mexicanas, el acatarrado locutor intentaba cubrir el silencio con palabras y las peripecias de la captura de Castro león se tragaban el tiempo, mi papá, imprimiendo a su voz la cadencia tenebrosa del buen contador de cuentos refería esta historia: -ahí estaba yo, en el techo del cuartel montando guardia, eran como las doce de la noche y el frio me hacía temblar la quijada, cargaba el máuser a la espalda y la bayoneta en la cintura, estaba muchacho no tenía ni diecinueve años, mi superior, el coronel Calderón, era duro con el recluta y al que se durmiera en la guardia lo jodían feo porque estábamos en época de dictadura, total que yo estaba despierto y caminando de aquí para allá. En eso y que aparece un zorro cuco (búho )todo negro con tremendos ojos abiertos mirándome fijo; de repente, se me vino encima y tuve que agacharme para que no me pegara, intenté espantarlo, pero el animal estaba necio a picarme o arañarme la cara, me asuste y pelé por la bayoneta, entonces cuando me tiro el segundo viaje  le saque un bayonetazo y se lo metí entre las alas, el animal cayó al piso corrí a mirarlo y como pudo el pájaro se tiró del techo pa´bajo, entonces no lo vi más. Como a las tres de la mañana entregue guardia y me fui a dormir. El otro día era sábado, salí franco me fui pá la casa donde estaba viviendo con una mujer que yo tenía, ella era mayor que me llevaba veinte años, era india, muy celosa. Llegue, toque la puerta, nadie salió, toque varias veces y nada, entonces force la puerta y entré, cual sería mi sorpresa cuando veo a la mujer tirada en la cama toda vestida de negro con el vestido roto en la espalda y la marca de la bayoneta en sangre, no podía moverse, se quejaba pasito. Ahí fue donde me di cuenta que la mujer con la que estaba viviendo era una bruja y el bayonetazo que le metí al pájaro lo tenía ella marcado en la espalda. Así que agarre mi ropa y me fui otra vez pal cuartel. Más nunca volví ni a pasar por el frente de esa casa- . La historia a pesar de haber sido muchas veces contada,  hacía que el corazón de los muchachos que la oíamos por enésima vez se acelerara y que el miedo sabroso de los cuentos de terror se metiera en los huesos y en consecuencia no quisiéramos salir al baño. 
Concluyó la velada, el programa llego a su fin, los cuentos sabrosos de mi papá terminaron solo quedo el silencio adornado por la tenue luz de la lámpara, el corazón de Jesús nos miraba desde su lugar con aire condescendiente, afuera en el patio el frio y el viento se habían apoderado de todo. Y yo con el susto metido en el cuerpo, necesitando con urgencia ir al baño. Nadie quería salir a acompañarme, mi papá encendió la luz y dijo -anda pá allá que yo te miro desde aquí- no había más remedio tuve que ir solo y entrar al cubículo que las tablas formaban sin más compañía que el miedo. Me senté en la poceta con los ojos cerrados pero era más tenebroso sentir el frío y el viento de esa forma así que me decidí a abrirlos,  entonces al mirar hacia abajo veo la sombra de una mujer parada en las cañas del techo con un farol en la mano meciéndolo acompasadamente, la sangre abandono todo mi cuerpo y no pude moverme, miré desesperadamente por las rendijas de las tablas hacia donde estaba mi papá pero se había ido hacia adentro, con los pelos de punta mire hacia el techo y allí estaba la bruja del cuento, toda vestida de negro, los pies descalzos, las uñas largas y sucias, la piel negra de hollín de leña, en la cintura amarrado a modo de cinturón una tira de cordón manchado de suciedad, la cara de la vieja era horrible llena de granos inflamados y sanguinolentos, los dientes amarillos y desportillados. Me miraba fijamente con unos ojos redondos cargados de violencia, la nariz aguileña remataba en un lunar negro en la punta, todo esto enmarcado en unas greñas desordenadas y un sombrero de punta. En la mano sostenía un farol que movía de un lado a otro mientras soltaba una risita aguda que helaba la sangre. De repente y bajo un súbito impulso, salte de la poceta, sin subirme los pantalones volé por encima del patio y me lancé de cabeza hacia la sala donde mi papá y mi mamá charlaban distraídos. Me miraron sorprendidos y yo una ranita de siete años, aterido de terror y frío solo atiné a decirles –mírenla, esta allá encima del baño. La vieja del farol-.
Fin

UNVAGOAHI 08/06/2017.

jueves, 2 de enero de 2014

NAVIDAD MUNICIPIO GUASIMOS
Sentado ante mi ordenador, sintiendo este friíto sabroso de diciembre, que imperceptible se cuela por los resquicios de las ventanas cerradas, se mete indiscretamente por debajo de mi ropa y compite con  el olor del pernil que mi esposa hornea para la noche de navidad, me envuelve su hálito regocijante,  dejo atrapar mi niño interno por la magia del momento,  me asomo a la venta cerrada, mirando a través del cristal  el resplandor glacial de la luna decembrina, mis pensamientos van hacia la noche, hacia las estrellas que lejanas me miran curiosas. Pienso en la navidad, en nuestras costumbres locales en ese folclore caótico de las fiestas tradicionales y decido investigar un poco sobre su origen. Me sumerjo en la emoción, y escribo lo que seguidamente les entrego. 
           
Disfraz típico 

Conocer de manera exacta el año en que se festejó la primera víspera de misa de aguinaldo y la forma en que se realizo este festejo, es una tarea harto difícil por no decir imposible. De manera que me limitaré a describir algunos conceptos generales sobre estas celebraciones, que en manera de ver de algunos historiadores corresponden a sobrevivencias de formas evangelizadoras en tiempos coloniales. El caso es que el aguinaldo en su concepción corresponde a un vocablo romano que considero innecesario definir aquí. En Europa correspondía a la paga extraordinaria que recibía el trabajador, generalmente en diciembre por el año de trabajo,  en España los niños reunidos en pequeños grupos recorrían en diciembre los vecindarios vecinos cantando villancicos y pidiendo su “aguinaldo”, en Venezuela se fusionó el cantar del villancico y la costumbre de pedir aguinaldo, se transformó en un género musical, se quedo para siempre y es parte de nuestra navidad, es un estilo musical hermoso y querido que llena nuestros corazones y hogares en los días festivos de la navidad.
 
La recamara a las 12 en punto.
En el año 1878 es nombrado el papa León XIII quien dentro de su pontificado aprueba la introducción de cantos de parranda con instrumentos tradicionales cuatro, charrasca, furro y maracas en las misas celebradas en la madrugada de los nueve días consecutivos antes de la pascua de navidad,  son misas que conmemoran las jornadas de José y María en Belén.  A partir del 16 de Diciembre, las celebramos en los templos católicos de Venezuela, es costumbre realizarlas a las 5:30 am, pero en algunos lugares se ofician en horas de la tarde o noche. Sin embargo, la costumbre es amanecer en una misa de aguinaldo.
 
Los niños también disfrutan las actividades
 Desde tiempo inmemorial dentro del marco del adviento (preparación al nacimiento del niño Jesús) llenas de la mejor tradición, las misas de aguinaldo, preceden a la misa de media noche o “misa de Gallo”. Me detengo un poco en la narración para dar a conocer a aquel quien no lo sepa el porqué llamamos “misa de gallo” a la liturgia celebrada en la noche del 24 de Diciembre: llamada así por empezar a celebrarse en el siglo V digamos que por los años 401 a 500 de nuestra era, el papa Sixto III introdujo en Roma la costumbre de celebrar a la media noche del 24 de Diciembre “EN SEGUIDA DE CANTAR EL GALLO” una vigilia nocturna para conmemorar la natividad, la misa tenía lugar en un pequeño oratorio  llamado “add praesepium” cuya traducción es “ante el pesebre” situado detrás del altar mayor de la Basílica de Santa maría La mayor de Roma.
 
Viejas y brujas lo mas visto.
En Venezuela, en un pueblito llamado Palmira perteneciente al municipio Guasimos del Estado Táchira, sus habitantes celebran las vísperas de las misa de aguinaldo y de media noche con una costumbre que podríamos catalogar de pagana, una especie de rito que se ha repetido casi inalterable desde los primeros años del siglo XX,  un culto incrustado en lo más  hondo de la tradición religiosa propia de la época. Nos referimos a las caravanas que anuncian la víspera de las misas de aguinaldo y misa de media noche o misa de Gallo.
 
Carroza artesanal tejida en caña brava  
Como es conocido por muchos. en casi todo el territorio nacional se efectúan estas caravanas, pero en Palmira tienen una connotación especial.  Estas caravanas  son una expresión que caracteriza la transculturización y la fusión de dos mundos que se ha dado en estas tierras. Las vísperas a las misas de aguinaldo en Palmira se inician el 15 de Diciembre y culminan el 24 del mismo mes, reúnen a familiares y amigos en las calles de la población especialmente alrededor de la plaza Bolívar frente a la iglesia. Bajo el brillante sol del mediodía, se comparte, se toma calentao, mistela y demás bebidas típicas andinas, se oye música y hasta se baila luego. Cuando la campana mayor lanza al aire su repiquetear indicando que son las doce, se quema una estruendosa recamara de morteros, se lanzan fuegos artificiales, y papelillo que inundan de color ruido y olor las calles del pueblo. Después dentro del mayor jolgorio hacen su aparición diablos, brujas, duendes, viejas desdentadas,  disfraces que parodian personajes celebres del municipio, el estado o el país. Bandas y conjuntos musicales, carrozas multicolores adornadas de papel maché,  matas de plátano, o tejidas con caña brava, y juncos silvestres.  A la una de la tarde  el evento culmina, en el pueblo y se traslada hasta el sector celebrante. En ocasiones a las nueve de la noche se hace una quema especial de artificios pirotécnicos y culmina la celebración dejando a los participantes llenos de regocijo y “empapados en alcohol como diría la canción de Serrat”. A veces preparados para asistir en la madrugada del día siguiente a la misa de aguinaldo.
 
El pueblo se mezcla en la celebración 
Ante el turista foráneo que observa los actos pareciera que los mismos surgen de manera espontánea, casi silvestre una mezcla abigarrada de personas, autos, ruido, sol achicharrante, humo, rastros de pólvora y licor. Un collage barroco de personas y cosas. Sin orden ni concierto copiados de generación en generación. Sin embargo, para el ojo entrenado del observador local, la parafernalia que acompaña la actividad, se compone de mil detalles que hacen la fiesta “buena o mala”: la puntualidad y el largo de la recamara, su eficiencia al momento de ser quemada, la originalidad de las carrozas, el tema del disfraz, el tiempo de recorrido, en fin, detalles sutiles que distinguen y originalizan cada víspera celebrada.
  
La Iglesia se yergue orgullosa al cielo 
     
La costumbre indica que durante los primeros meses del año en cada una de las parroquias que conforman el municipio, se reúnen algunos habitantes con el objeto de integrar las llamadas “capitanías”, que son en general las encargadas de coordinar, organizar y ejecutar. Lo concerniente a la festividad del sector para el venidero mes de Diciembre del año que corresponda. Estas capitanías tienen dentro de sus responsabilidades programar eventos y actividades durante el transcurso del año con el fin de recaudar fondos para financiar las festividades, de igual forma ya en el segundo semestre se encargan de contratar los conjuntos y bandas que desfilarán, financiar lo referente a los gastos de pólvora, regalos, comida. Licor y demás insumos propios de la celebración. Más adelante y en la cercanía de la víspera, de evaluar los disfraces y financiar parte de la conformación de las carrozas.  Es tradicional elaborar “el programa” que comprende una hoja de papel algunas veces de tamaño 40 x 50 cm otras de tipo carta o en cartulina, donde con versos ingenuos, jocosos o mordaces, se describe la actuación de la capitanía, se critican los fallos de las demás celebraciones, y se zahieren los vecinos “tacaños” cuyo aporte a la celebración fue considerado insuficiente. Y luego el día que corresponde, se baja al pueblo, se alborota la muchachada, se hace bailar hasta los cojos y rejuvenecer a los viejos. En fin, nuevamente se repite la tradición que año tras año le da nombre a una de las festividades más esperadas por todos,  “la Navidad en el municipio Guasimos”.
(las fotografías que acompañan el articulo son propiedad de Jesús Pérez)
UNVAGOAHI
23 de Diciembre del 2013
8. PM        
  


martes, 29 de octubre de 2013

Milagro concedido
I
El hecho
Es miércoles otra vez, el palpitar sincopado del reloj indica, las cuatro de la mañana. Se levantó sin hacer ruido, sin encender la luz. La noche anterior ha sido larga, no ha podido dormir casi. Está cumpliendo cuarenta años. Sus movimientos son torpes, arrastra pesadamente la mano con los dedos extendidos sobre la mesita buscando los lentes, no quiere despertar a su esposa que duerme cansadamente en el camastro que ha servido de lecho conyugal por trece años. Hace calor. Un sudor tibio y pegajoso chorrea por su cuerpo, esta triste, se siente viejo. Durante la noche pidió un milagro, una señal, algo que le permita recomenzar, soñó insomne en rejuvenecer. Entró al baño, se miró al espejo, vio con decepción la imagen que de si mismo se refleja, el rostro abotagado, la delgadez de sus piernas, el abultado abdomen le dan un aspecto decimonónico. Decide salir a caminar para despejarse, se coloca un pulóver de lana azul y un pantalón deportivo rojo que le viene grande. Toma las llaves. Con dificultad logra abrir la puerta que da acceso al jardín. Sale de puntillas. Está oscuro el cielo luce despejado. Mira su reloj, -las cuatro y media- dice entre dientes. Se dispone a tomar la calle cuando de repente; un destello incandescente, un fogonazo azul lo golpea de lleno en el pecho lanzándolo contra el suelo, sus ropas se incendian consumiéndose de inmediato, su cuerpo convertido en una maza informe totalmente carbonizada queda tendido entre las plantas del jardín.
Extrañamente todo ocurre en un segundo y dentro del más completo silencio. A su alrededor nada sufre daño las hojas ni siquiera pierden la frescura matutina.
Al amanecer su esposa lo encontró en el mismo sitio donde había caído.
Rápidamente este hecho pasa a convertirse en uno, si no, el más extraño ocurrido en el planeta en la historia moderna. El cuerpo es llevado en medio de una parafernalia descomunal hasta el hospital central. Los medios de comunicación, la prensa amarillista, científicos de universidades reconocidas, investigadores paranormales, cazadores de ovnis, y la chismografía local e internacional, toman el caso. El lugar se convierte en un hervidero, una especie de feria ocasional, vendedores de baratijas,  comida, globos y todo lo imaginable se apuestan en las inmediaciones dándole ese aspecto festivo de las ferias de pueblo. El olor a carne asada y caramelo abrillantado se adueña del ambiente, grupos familiares y autobuses repletos de turistas se fotografían alegremente frente a la casa y compran recuerdos. Músicos y trovadores callejeros cantan durante días la historia del hombre al que mató una llama azul.
Una semana después; artilugios desconocidos hacen que el cuerpo desaparezca sin dejar rastro,  el rumor de la desaparición ocupa espacios del planeta las amas de casa lo comentan con sus hijos mientras esperan al esposo, o calientan la cena. Los parroquianos en el bar acompañados de unas cervezas lo cuchichean. Los choferes alientan el interés de los parroquianos con metáforas y exageraciones. Así transcurren los días.
Poco a poco la noticia deja de sorprender, de interesar, el cansancio y la desinformación hacen que la gente vuelva a zambullirse en la rutina. El olvido rápidamente se apodera de los espacios. Después de tres semanas muy pocas personas recuerdan el hecho y ninguna al mes de ocurrido.
II
Belarmino Santaella.
Un hombre alto de aspecto atildado y manos lánguidas, identificado como Belarmino Santaella, científico, investigador de lo oculto y una autoridad en fenómenos inexplicables es el encargado de comandar al grupo especializado que estudiará el cadáver para determinar la causa de tan desconcertante fenómeno natural. Esa mañana se reunió con el equipo de especialistas que había designado y se dirigieron hasta un edificio cuyo nombre nada tenía en común con la investigación que aguardaba <<Teléfonos Nacionales>>. Estacionaron los autos, tomaron el ascensor hasta un sótano donde una habitación brillantemente iluminada guardaba el cadáver carbonizado en un congelador. Cubiertos con espectaculares trajes aislantes amarillos procedieron a colocar el cuerpo sobre una meza de disección, un camarógrafo experto se dedicó a tomar imágenes y vídeos detallados de la labor científica. La maza carbonizada parece tener el aspecto de un capullo, una crisálida negro azulada de una dureza extrema. Los expertos quedan perplejos ante las singularidades que observan. A Pesar de tener más de una semana en el congelador a - 45º , esta especie de cubierta se mantiene tibia al tacto.  Las radiografías, tomografías, y resonancias magnéticas aplicadas no alcanzan a mostrar lo que se esconde dentro. Solo el estetoscopio el más humilde de los instrumentos científicos con los que cuentan permite oír una leve palpitación. Intentan abrirlo. Utilizan para ello infinidad de métodos. Los resultados son negativos, las puntas más duras se rompen al contacto con la superficie.  Pasa más de una semana, la frustración se percibe en el rostro de los expertos, lo intentan todo.
Tres meses han transcurrido desde que a Olegario Gutiérrez le ocurrió el accidente más extraño de la historia moderna conocida y a estas alturas nadie podía decir sí estaba vivo o muerto pues esa era una situación que ni siquiera los encargados de la investigación sabían.
Seis meses después, el gobierno retira los fondos destinados para tal proyecto.
Un año después nadie volvió a preocuparse por el incidente, el cuerpo, se retira del congelador y se deja sobre una meza.
En algún momento unos empleados de mantenimiento la arrojan de cualquier forma en un depósito, el caso del hombre al que mató una llama azul trasciende la historia y se interna en la bruma inevitable de la leyenda.
III
Olegario Gutiérrez
Es miércoles otra vez, el palpitar sincopado del reloj indica que son las cuatro de la mañana. Olegario Gutiérrez se levantó sin hacer ruido, sin encender la luz no ha podido dormir casi, hoy está cumpliendo cuarenta años y se siente frustrado. Con movimientos torpes intenta tomar los lentes que ha dejado sobre la mesita, hace calor, un sudor tibio y pegajoso chorrea por su cuerpo. Esta triste. Entra al baño, ve con decepción la imagen que de si mismo se refleja en el espejo, se toma el rostro con las manos –me estoy poniendo viejo- dice entre dientes. Decide salir a caminar para despejarse, se coloca lo primero que encuentra, un pulóver de lana azul y un pantalón deportivo rojo que le viene grande. Toma las llaves, logra abrir la puerta que da acceso al jardín. Sale. Está oscuro el cielo luce despejado son las cuatro y media. Se dispone a empezar cuando de repente; un golpe, seco, un destello  azul le ilumina de lleno en el pecho lanzándolo contra el suelo, siente todo su cuerpo sacudido por un espasmo como si las tripas se le encogieran y sus pies tocaran  su cabeza. Se ve cayendo de un acantilado, siente el vértigo concéntrico de las caídas aparatosas, se hunde rápidamente hacia el fondo donde unas inmensas rocas lo esperan, siente miedo, intenta moverse, quitarse el golpe sin lograrlo. Extrañamente no choca contra el fondo sino que pasa a través, hacia un mar sin orillas, agua de lluvia y rocío pletórica de sustancias que encontró al atravesar la atmósfera  oxigeno, nitrógeno, anhídrido carbónico, pequeñas cantidades de microorganismos, amoniaco, y ácido nítrico. La profundidad es abismal. Paisajes desconocidos desfilan ante sus ojos, criaturas extrañas pero familiares nadan a su alrededor. No puede respirar, siente ahogarse. Está a punto de perder el sentido cuando el mar sus criaturas y paisajes desaparecen para dar paso a otras formaciones más extrañas aun.  Se encuentra flotando sobre sistemas planetarios infinitos sin embargo no ve soles sino formaciones múltiples estrechamente unidas, ve enjambres de electrones pasar a velocidades alucinantes  generando campos de fuerza gravitatoria que lo mueven de un lado a otro como un maniquí desarticulado. Todo está rodeado de una extraña claridad.  Intenta ver su cuerpo pero solo encuentra vacío. Al fin aterriza si puede llamarse así sobre el núcleo de un átomo compuesto por ocho protones. Desesperado mira hacia el cielo, pero ya no ve sino esa extraña claridad que todo lo inunda, presiente el reverberar de los electrones girando en órbitas fijas. Se ve a sí mismo en todas partes al mismo tiempo y no puede definir sí es sólido, liquido o gaseoso. Luego se queda dormido.
No  supo cuanto tiempo durmió, despertó flotando sobre una especie de gel amniótico tibio y reconfortante, las paredes de ese vientre que lo resguardan son suaves y tiernas, sus oídos captan una melodía lejana que nunca había oído. Se sintió feliz y fortalecido. Palpó su cuerpo, nada había cambiado, intentó moverse, lo logró con dificultad, alzo los brazos, tocó el techo, la oscuridad es absoluta, empujo con sus nudillos, la envoltura que lo rodea cedió con facilidad drenándose en un borbotar de aguas que se liberan. Rompió el capullo, salió de él. Se miró con espanto, está desnudo, miro el lugar donde se encuentra, un depósito en algún suburbio sucio y desvencijado.
Echó a caminar por una calle oscura iluminada solo por el resplandor del cielo y de  unas luces distantes que ahora son su objetivo. ¿Qué le había pasado? Lo último que recuerda es que iba a caminar, que estaba triste, que algo le dio en el pecho. Se sintió mareado. -¿Donde habría dejado sus lentes?- No podía distinguir bien los letreros de la calle, ¿Dónde estaba?, ¿porque se despertó dentro de esa cosa? Tenía que encontrar ropa. Así desnudo no podía llegar a su casa. Los guijarros le herían los pies. El olor pestilente que tenia adherido al cuerpo era insoportable. El cielo estaba despejado era  de noche, ya tendría que estar amaneciendo  ¿Qué carajos pasaba con el día? Ese sueño tan raro, como si se hubiera encogido. ¿Qué estaría pensando su mujer? seguro llamó  a la policía. sus pensamientos fueron rotos por alguien que se cruzó y le gritó algo que no pudo entender. Se acercaba a las primeras casas de la ciudad, las luces amarillentas de las calles iluminaron tenuemente su desnudez. No había casi movimiento debía ser de madrugada. Paso frente a una iglesia, intentó reconocerla pero no pudo, ¿Dónde estoy? Siguió caminando, la ciudad se abría ante el pero nada de lo que veía le era familiar. Una patrulla de la policía lo detuvo, dos agentes con aspecto desarrapado bajaron y a grandes gritos lo obligaron a tenderse boca abajo en el suelo, lo esposaron, lo obligaron a caminar hasta una toma de agua para que se quitara la suciedad, le consiguieron una especie de taparrabos y lo llevaron hasta  la comisaría. Allí lo dejaron en un rincón. Pudo dormitar algo, ¿cuánto tiempo? Debieron ser horas. Por fin amaneció y el bullicio en la comisaría con su habitual caos lo despertó. Todos lo miraban extrañados, como si fuera un demente. Algo en él había cambiado. Sus manos no eran las mismas, estaban más viejas, arrugadas y frágiles. Miro el reflejo que le devolvía un ventanal de la comisaría, vio ante sí un anciano de unos sesenta años desnudo y marchito el corazón quiso salírsele por la boca, llamo desesperado a un agente que pasaba mas no le prestó atención. Más tarde una buena mujer le consiguió algunas ropas,  después lo dejaron ir sin más.
Salió a la calle tenía hambre estaba asustado, se sentía cansado y vulnerable. Echó a andar  sin saber a dónde ir, esta ciudad no era la suya, este cuerpo que usaba no era el suyo nada encajaba apenas podía hablar y le dolía tremendamente la espalda. Se recostó a una pared para tomar aliento, le intrigaba la forma de vestir de las personas que pasaban a su lado. Ese aparatito que la mayoría llevaba consigo, caminaban mirándolo y manipulándolo con los dedos  o pegado al oído,  abstraídos del resto, en su propio mundo. Le sorprendía la forma de los autos tan diferentes a los que él conocía. Todo era irreal y desproporcionado. Una viejita se le acercó y mirándolo con pesar, le regaló una moneda que apretó con fuerza en su mano, trato de articular un agradecimiento y solo acertó a decir -¿dónde estoy?-  la anciana mirándolo con extrema bondad le respondió –Estamos en San Cristóbal es Miércoles 24 de Octubre del 2012- Se sintió desfallecer, definitivamente se había vuelto loco. Miró a todos lados.  Estaba perdido, nada coincidía esta era su ciudad pero no la que él conocía y amaba, esta era otra; sucia y empobrecida las calles rotas, los edificios sin pintar y con aspecto abandonado las personas agitadas y agresivas, la basura y los vendedores ambulantes se adueñaban del paisaje. Desde donde estaba pudo al fin reconocer el perfil de su adorada ciudad, definitivamente era San Cristóbal. Tenía que ser una pesadilla porque lo que le ocurría era imposible, era el día pero la fecha y el año eran incorrectos. En su mente era miércoles 26 de octubre de 1994. Y él un hombre cumpliendo 40 años y no un anciano indigente. Decidió ir hasta el lugar donde quedaba su casa, tomo las calles que pudo reconocer dentro de aquel caos,  caminó lentamente hacia allá con la esperanza de encontrar respuestas llego al atardecer luego de dar infinidad de rodeos, vueltas, equivocaciones y mas rodeos, llegó desfallecido, hambriento y asustado. Inmediatamente pudo reconocer la arquitectura de su casa, había cambiado. El jardín ya no estaba, en su lugar un estacionamiento atiborrado de vehículos, la entrada ahora flanqueada por paredes, una espacie de pasillo. Había suciedad por doquier, la puerta pintada de un blanco desvaído se notaba desportillada. Tocó el timbre y esperó agitado. Se oyeron pasos al otro lado, luego el sonido familiar de la cerradura al abrirse.
 El gastado acento de una anciana – ¿quién es?- luego una maraña de pelo blanco, unas manos desvalidas y un cuerpito menudo y doblado por la edad hicieron su aparición,  era ella, si era ella, su amada esposa destrozada por los años.  No tuvo valor para hablar dio la espalda y salió casi corriendo de allí.
Volvió dando tumbos hacia el único lugar conocido que le quedaba, el depósito donde había despertado. El día había transcurrido en medio de una vorágine de alucinaciones y locura. Se acurruco temblando en un rincón oscuro. De repente, un fogonazo azul dio de lleno en su humanidad lanzándolo contra el suelo, sus ropas se incendiaron consumiéndose de inmediato. Su cuerpo experimentó espasmos  como si las tripas se recogieran y los pies tocaran la cabeza. Descendió hacia el abismo en una especie de vértigo concéntrico.  Despertó flotando sobre una especie de gel amniótico. Hacía calor, el sudor se escurría por su cuerpo. Sus oídos captaron una melodía lejana que  supo reconocer, extendió sus brazos y toco las sabanas, se sintió feliz, fortalecido. Abrió los ojos, la tenue luz del amanecer se filtraba por las cortinas, su esposa dormía plácidamente a su lado. Se levantó de un salto, era miércoles otra vez, se sintió rejuvenecido, de un manotón tomó sus   lentes,  se dirigió al baño, se miró al espejo, se vio hermoso y Joven con solo cuarenta años. En su mano cerrada aun tenia la moneda del sueño, el corazón le dio un vuelco abrió lentamente los dedos y vio en su palma una marca  circular que inmediatamente de desvaneció. Eran las seis de la mañana. Tarareando suavemente una melodía que nadie había escuchado se metió a la ducha, tenia deseos de gritar de felicidad. Se vistió rápidamente, luego abrazó y besó a su esposa como si nunca lo hubiera hecho. Salió  al Jardín.  El cielo lucía despejado. Miro su reloj. – Siete y media – dijo alegremente y se sumergió en la mañana. Era otra vez un hombre joven. 
En algún lugar del universo, desde donde la tierra es algo más pequeño que una partícula elemental. Una inteligencia superior, una bondad infinita registra: Vía láctea, planeta tierra, Sudamérica  Venezuela, Táchira, San Cristóbal. Caso Olegario Gutiérrez: Milagro concedido.                 
Unva Goahi
Caneyes miércoles 26 de abril del 2012
11  y 43 Pm.                                  
      



miércoles, 28 de marzo de 2012


Caneyes 02 de Marzo del 2012.
Una mañana cualquiera  
Esta mañana de marzo me levante tempranito, porque anoche se nos acabó el gas y sé lo que significa ahora conseguir una bombonita de Diez kilos para irla pasando, mientras que mi compañía proveedora logra entregarme las dos bombonas de dieciocho kilos, que se pidieron en octubre del 2011 y que aun no llegan. Es viernes, Me visto rápidamente y Salgo corriendo porque si llego después de las Siete de la mañana, la cola para comprarlo es descomunal y seguramente se agota antes que me toqué el número. Yo vivo en Caneyes, Municipio Guásimos, del estado Táchira y para comprarlo debo ir hasta Táriba, municipio Cárdenas. A unos seis kilómetros de mi casa. Así que tomo la vía panamericana, son las seis y media, llueve, hace frío, un viento crudo se mete por todos lados. Recorro los primeros tres kilómetros sin contratiempo; excepto los más de diez policías acostados o reductores de velocidad que hay en la carretera y la innumerable cantidad de huecos diseminados a todo lo largo del recorrido. Al llegar a la la carrera uno de Palmira, la vía se encuentra bloqueada por más de cien personas y autos aparcados a ambos lados. – lo que me  faltaba. Una protesta –  Bajo del auto, tomo la bombonita para cruzar caminando la manifestación, cuando para mi sorpresa descubro que no es una  protesta de vecinos inconformes, es,  que  a la ferretería de Asdrúbal  llegó  el Cemento, si señores, Cemento,  hermosa palabra. Hoy estas personas compiten por  comprar lo que puedan,  aunque sea una paca.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrado
 En fin, atravieso casi corriendo el tumulto, me dirijo hasta un taxi que por allí se encuentra. Salimos volando para Táriba. Llego a las siete y cuarto am. Todo bien, por delante mío hay unas diez personas. Coloco la bombonita en el suelo detrás de otra haciendo fila. Le miro la cara a los vecinos que se encuentran reunidos a la espera, me siento afortunado -estoy entre los primeros-. Miro mis manos, las tengo sucias de tierra y grasa. Miro las manos de quienes junto conmigo hacen cola, gente humilde, sus ropas y sus manos lo dicen a gritos. No hay ninguna mujer, solo hombres. Detrás de mí van acumulándose bombonas y personas en una interminable fila de esperanzados.  Son las siete y cuarenta. A las ocho debe llegar el vendedor y con suerte a las nueve estaré  en casa para que Marlene prepare el desayuno. Nada. Las ocho y media. El hombre no llega. Para ese momento la fila es grande y malhumorada, algunos indagan con trabajadores de la estación de servicio y les informan que no nos preocupemos que gas si hay. Son las nueve, ya no llueve. Por fin, se aparece el vendedor, viene en una Blazer verde, tiene unos cuarenta años, viste gastados pantalones de kaki, una mugrienta franela a rayas y sandalias. Es bajito, calvo, rechoncho, luce un bigotito chino que le da un aspecto extraño. Al verlo  la fila se mueve y se encrespa  como una serpiente, cada vecino toma su bombona y se angustia por ser atendido. Todos nos vemos ansiosos. El vendedor llega. Tranquilamente pasa hasta donde se encuentra un vendedor de Tintos, Chocolate, te y aromática. A solo 5 bolívares el vasito.  Saborea lentamente un cafecito negro. Luego, el demorado se acerca hasta la fila y con voz estentórea, regodeándose en la tragedia de los que allí estamos mansamente esperando, grita:  – ¡GAS NO HAY SINO HASTA EL LUNES! – Sin decir más, se aleja, sube a su camioneta y se va.  Se me hace un nudo en el estomago - ¿y, entonces?- Me pregunto -¿qué carajos voy a hacer hasta el lunes?- la fila, con un murmullo de impotencia se desarticula y se disuelve en momentos. Me regreso para la casa con las cajas destempladas. Subo la panamericana, en taxi porque en buseta no aceptan cargar bombonas.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrados
 Al llegar, un olor nauseabundo se me instala en la nariz, es algo espantoso. En la mitad de la calle, un reguero de agua putrefacta  se dirige trastabillando hacia mi cuadra. -¡Es el aseo, están recogiendo el aseo!- las bolsas de basura se apelotonan a lo largo de las cuadras, mientras los trabajadores, en un camión rojo rojito se afanan por recoger en un día la basura acumulada de un mes.  Son las diez de la mañana. Yo, poseído de un frenesí incomparable me sumerjo en las bolsas de basura de mi casa, intentando sacar en un momento la basura acumulada de un mes.
La presente imagen es meramente ilustrativa no corresponde a la ocurrida el día del evento narrado
Unva Goahi
02 de Marzo del 2012.
Caneyes 11 am.



jueves, 22 de marzo de 2012


San Cristóbal 21 de Marzo del 2012
26/10/ 2011
Son las diez  de la mañana de este hermoso día de Octubre, al amanecer la lluvia cubrió de cristal los tejados de mi barrio, y una cobija de neblina pintó de nostalgia los cerros circundantes  dejando ateridas las hojas de los arboles. Me dispongo a iniciar un nuevo año de vida en el planeta, estoy cumpliendo cincuenta y ocho años. Mientras escribo, la radio ronronea un programa de gaitas, por mi balcón se cuela un sol perezoso que despierta tarde a la mañana. Me siento bien, dentro de mí una emoción indescriptible se abre paso. Es la misma que me ha acompañado este último año.  Hoy es amable. En este instante cuando aun el rescoldo de emociones dejadas atrás  dictan el transcurrir de mis pensamientos he decidido escribir este blog. Que aspiro ir enriqueciendo con vivencias, pensamientos, emociones, sueños, anhelos. Tristezas, añoranzas, éxitos, fracasos,  propios y del entorno. En fin el transcurrir de la  vida  de un hombre que paulatinamente se aleja de la madurez y se   acerca irremediablemente a ese paraje  incierto de la vejez  donde el miedo y la incertidumbre parecieran ser la constante.
Pretendo ser leído y apoyado por aquellos y aquellas que viven la misma experiencia vital y por aquellos y aquellas que aun siendo jóvenes tengan algo que decir.  Pretendo intentar desde mi lugar en el tiempo y el espacio desmitificar la creencia popular que “los viejos son libros de sabiduría que nadie abre”. Sacos de enfermedades, achaques  y manías que muchos rehuyen.  Pretendo igualmente, conocer y dar a conocer en la medida de la colaboración recibida de los lectores,  las experiencias exitosas o no de muchos hombres y mujeres a partir de los cincuenta años de edad, no solo en el terreno empresarial o de negocios, sino en la vida misma, en el pensamiento creador y sus obras inéditas, en el amor y la capacidad de amar, en el estudio, y sus logros académicos, en la política, no aquella que leemos en la prensa diaria, esa es  bien conocida, sino en la pequeña política la del dirigente vecinal, del alcalde del municipio, del luchador social sin color político.
En fin, este blog intenta explorar la vida cotidiana a partir de los cincuenta años de edad.
De igual forma pretendo de ser posible crear conciencia sobre el trato despectivo que recibe el hombre y la mujer considerados “viejos” solo porque tienen cincuenta, sesenta, o setenta años de edad.  Aun por aquellos que tratando de ayudar los han clasificado, segregado, pesado y etiquetado, (“Adulto Mayor” “Tercera Edad”.)obviándolos para los trabajos, obligándolos sin preguntarles a formarse aparte, a viajar de polizones en autobuses, y aviones, a ser humillados en largas colas para el cobro de la pensión merecida,  colgándoles calificativos como:  “Mayor”, “Patrón”, “Tío”, “maestro”, “Quincuagenario”, “septuagenario”, en fin este blog va dirigido a todos  aquellos hombres y mujeres que como yo quieren un planeta más equilibrado, donde sea el mismo individuo quien se margine o se adelante al grupo, donde el respeto y la dignidad prevalezcan aun ante el calendario. Porque si bien es cierto que muchos de mis contemporáneos se sienten viejos y derrotados y no tienen ya reservas de dignidad para alzar la voz no es menos cierto que una gran mayoría desean ser tomados y considerados como ciudadanos normales sin ninguna limitación.
Unvagoahi56
San Cristóbal Estado Táchira Venezuela   
Miércoles 26 de Octubre del 2011.